Ese era Jalisco,
el caballo compañero
de estrella en la frente
y de color canelo,
juguetón empedernido
que en su lomo fuerte y consentido
por agrestes senderos
llevaba a su amo querido
a su terruño, a su finca,
y en domingos de feria
sus cascos tejían un concierto
por las calles del pueblo,
de ese pueblo soleado y bonito….
mi viejo Rionegro.
Es que Jalisco: el caballo,
Y el viejo;
Eran bien amigos,
tanto, de cuidarse uno al otro,
de esperar el corcel
desde la mañana
hasta oscurecer el cielo,
amarrado a la sombra
de un longevo cerezo,
la llegada ansiada
de su alegre dueño
para devenir los pasos
a Valparaíso, el rancho paterno.
Subían canturriando
el viejo: bambucos,
el caballo: sueños;
comiendo las hojas
de un espino esbelto,
cuidando sus patas
-blancas todas cuatro-
de algún lodo fresco,
sudoroso el lomo
pero el corazón contento,
recibiendo palmadas
en su ancho cuello
eran las caricias
de Flaminio, el dueño.
Al llegar al rancho,
entre otras caricias
perdía los aperos
y mientras tomaba
aguadepanela y pienso,
dejaba que su amo
cabrestiara lento,
su esbelta figura
de caballo bueno
despidiendo el portillo,
mi padre a su casa,
Jalisco al potrero.
Yo pude también,
arriba en su alzada
divisar el mundo
montándome en pelo
y sentir libertades
de volar corriendo
por cañadulzales
y viejos cafetos,
por planadas grandes
o estrechos senderos
éramos los dos….
caballo y muchacho
amigos de juegos.
Pero un día, ¡Que vaina!
enfermo mi viejo,
y partió de su rancho
buscando remedio,
sobre su caballo
se fue para el pueblo….
Ya no volvería
a calzar sus cascos,
ni a peinar sus crines,
ni a acomodar en sus lomos
con cuidado sumo
su silla y sus rejos,
ni a hablarle al oído
bajito, muy quedo
para que tumbase
un chalán ajeno.
Esperó muy triste
días y noches largas,
viendo siempre al suelo,
y el día que volví
hasta ese pesebre
donde taciturno
masticaba el tiempo,
con mirar inquieto
me indagó el misterio…..
le di los saludos,
-los últimos-
que había enviado el viejo…
supo que había muerto
y dos lágrimas grandes
rodaron, cayeron….
era su manera
de partir con él,
con su compañero.
Después, al pasar el tiempo,
se vendió ese rancho
y quedó sin dueño,
vagó sin distancias
por la carretera
-el camino nuevo-
y dejó que el viento
trasteara recuerdos
y entonces….
Jalisco, ese fiel compañero
se dejo morir
de puro silencio.
Febrero 06-07
el caballo compañero
de estrella en la frente
y de color canelo,
juguetón empedernido
que en su lomo fuerte y consentido
por agrestes senderos
llevaba a su amo querido
a su terruño, a su finca,
y en domingos de feria
sus cascos tejían un concierto
por las calles del pueblo,
de ese pueblo soleado y bonito….
mi viejo Rionegro.
Es que Jalisco: el caballo,
Y el viejo;
Eran bien amigos,
tanto, de cuidarse uno al otro,
de esperar el corcel
desde la mañana
hasta oscurecer el cielo,
amarrado a la sombra
de un longevo cerezo,
la llegada ansiada
de su alegre dueño
para devenir los pasos
a Valparaíso, el rancho paterno.
Subían canturriando
el viejo: bambucos,
el caballo: sueños;
comiendo las hojas
de un espino esbelto,
cuidando sus patas
-blancas todas cuatro-
de algún lodo fresco,
sudoroso el lomo
pero el corazón contento,
recibiendo palmadas
en su ancho cuello
eran las caricias
de Flaminio, el dueño.
Al llegar al rancho,
entre otras caricias
perdía los aperos
y mientras tomaba
aguadepanela y pienso,
dejaba que su amo
cabrestiara lento,
su esbelta figura
de caballo bueno
despidiendo el portillo,
mi padre a su casa,
Jalisco al potrero.
Yo pude también,
arriba en su alzada
divisar el mundo
montándome en pelo
y sentir libertades
de volar corriendo
por cañadulzales
y viejos cafetos,
por planadas grandes
o estrechos senderos
éramos los dos….
caballo y muchacho
amigos de juegos.
Pero un día, ¡Que vaina!
enfermo mi viejo,
y partió de su rancho
buscando remedio,
sobre su caballo
se fue para el pueblo….
Ya no volvería
a calzar sus cascos,
ni a peinar sus crines,
ni a acomodar en sus lomos
con cuidado sumo
su silla y sus rejos,
ni a hablarle al oído
bajito, muy quedo
para que tumbase
un chalán ajeno.
Esperó muy triste
días y noches largas,
viendo siempre al suelo,
y el día que volví
hasta ese pesebre
donde taciturno
masticaba el tiempo,
con mirar inquieto
me indagó el misterio…..
le di los saludos,
-los últimos-
que había enviado el viejo…
supo que había muerto
y dos lágrimas grandes
rodaron, cayeron….
era su manera
de partir con él,
con su compañero.
Después, al pasar el tiempo,
se vendió ese rancho
y quedó sin dueño,
vagó sin distancias
por la carretera
-el camino nuevo-
y dejó que el viento
trasteara recuerdos
y entonces….
Jalisco, ese fiel compañero
se dejo morir
de puro silencio.
Febrero 06-07
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