sábado, 10 de diciembre de 2011

LLEGA DICIEMBRE

Llega Diciembre, con su bullicio y sus esperanzas

marcando el tiempo de las sonrisas....

llega la aurora de nuestros sueños,

los infantiles y los de ahora....

llegan cantando los dulces tiempos,

donde se vuelve mas tierno el sueño

y en las quimeras de nuestra vida,

siempre hay recuerdos que nos sonrien

desde la historia de aquel ayer.



Vuelve la mente a pasados años,

a esa infancia que se nos fue

dejando en la casa vieja,

cada recuerdo de pilatunas

que fueron causa de algún regaño,

de aquella "furia" de la mamá....

y sonreímos, con picardía,

y en nuestro rostro bien se dibuja

un sol ardiente de fiel vergüenza,

que nos condena ante el altar.



Fuimos infantes de gratos sueños,

cantamos, nos revolcamos

en esa calle de las miradas

hacia el futuro del frenesí....

pero esos días fueron pasando,

volvimos grande nuestra pasión

y la entregamos a otras almas,

fuimos al cielo y regresamos

y a estas horas, de mustio encanto

llega Diciembre, llega cantando

y nos volvemos a la niñez.

RETAZOS DE MI VIDA INFANTIL

La zona de atención al público de la Cooperativa de Consumo de la Hacienda Berlín, en Rionegro, me dió la oportunidad de hacer, tal vez mis primeros solitos en lo que sería mi profesión. Después de gastar muchas cajas de tiza pintando carreteras y camiones en el piso de la escuela, actividad que me alcahueteaban comprando tiza extra para los alumnos, mientras yo gastaba la que entregaba la Secretaría de Educación, se me ocurrió, con los cartones de las cajas de mercancía hacer unos avisos relacionados con el comportamiento de los clientes en el local del mercado.

“De su cultura depende la atención”, “Su cultura vale más que su dinero”, “Si viene a fiar, carrera mar”, etc., eran frases que había visto en las pocas veces que había subido a un bus urbano. Las trasladé desde mi mente y con lapicero a esos pedazos de cartón y los colgué en la malla que servía de división entre la oficina y el área de clientes. Una tarde de sábado que pasó don Ernesto Sanmiguel por la tienda, le manifestó a mi mamá “su hijo será publicista”. No estaba equivocado, pues esa ha sido mi profesión durante casi treinta años y me ha permitido vivir y criar a mis tres hijos. No tengo dinero pero si muchas satisfacciones espirituales, que si bien no dan “caché”, si permiten al hombre vivir con la satisfacción del deber cumplido y haciendo lo qué le gusta. En tanto tiempo se han hecho tantas cosas y pintado tantas letras que el corazón se siente bien.

En esos diciembres se hacía no solo el pesebre de la casa sino uno para la cooperativa. Con unas imágenes grandes de plástico del TALLER ITALIANO y un montón de ovejas, además del tradicional chamizo forrado en algodón que servía como árbol de navidad, se montaba en la ventana que daba contra el sector de las carnes, con vista hacia la oficina. Allí se rezaba la Novena de Aguinaldos, la que creo he oído, rezado y disfrutado durante toda mi vida. Participaban en el rezo y en los cánticos de los villancicos, los obreros directos de la hacienda, sus familias y los vecinos más cercanos. Después de las oraciones tradicionales escuchábamos cuentos, historias y chistes de aquellos campesinos que siempre, con una inocencia especial, saben vivir esos momentos llenos de alegría. Eran ratos también para aprovechar y ganar las apuestas de los aguinaldos, que generalmente se pagaban ahí mismo, pues lo ganado por todos eran viandas y refrescos que allí se vendían.

Con la venta de vinos y galletas y de mucha pólvora, esos fines de año eran en medio de mi niñez campesina, mucho mejores que los de ahora. Con Mamín -el apodo que le habían puesto mis primas a mi viejo- nos entusiasmaba, comprar él y disfrutar yo, la quema de cartones enteros de martinicas entre los tarros metálicos de las galletas, los cuales tapados y llenos de pólvora, saltaban de tumbo en tumbo para delicia de nuestros ojos.



Llegaba ya el año 66 en el que hice mi segundo elemental, oficialmente matriculado y sentado en un pupitre particular que me había comprado mi papá. Solo lo use unos días, pues me gustaba más estar sentado al lado de Lilia, a quien ya describí, o de Lucila Nova, una morenita consentida de mi mamá y de quien hay una foto en el álbum familiar. Siempre me ha gustado ser amable y gentil con las mujeres y ahí tenía una oportunidad, ayudándoles casi siempre en cosas de dibujo, además de disfrutar de sus sonrisas, de sus miradas y de sus palabras cariñosas y tiernas.



Para la primera lección, una de Geografía, que tenia que ver con la orientación, le pedí, le rogué, le supliqué a mi mama profesora, me la tomara en privado. Y que así hiciera con todas las lecciones. Me daba pánico hablar en público y más si era de memoria. No fue posible, y en medio de un terrible y enorme oso, me gané el primer cinco, porque no solo recité muy bien la lección sino que me aficioné desde ese momento al estudio de una materia que me ha permitido imaginarme y conocer muchas partes del mundo sin viajar.



Así comencé mi etapa estudiantil que terminaría a finales de los setenta, en un segundo semestre de Administración de Empresas, hecho sin ganas y con la tristeza de haber dejado de lado la Ingeniería de Vías y Transportes, carrera que siempre fue una ilusión para mi y que me prohibí yo mismo al adquirir responsabilidades de hogar, muy tempraneras.