sábado, 17 de marzo de 2012

VICTORIANO MACHUCA... EL ÚLTIMO VIAJE.

VICTORIANO MACHUCA... EL ÚLTIMO VIAJE.
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Esta puede parecer una nota muy breve. Quizás si para todo lo que se podía escribir, recordando los buenos tiempos de mi infancia, cuando recién llegados a Berlín, empecé a consentir con los ojos esos carros que transportaban pasajeros, carga e ilusiones. Y viendo la amistad de mis padres con los dueños y conductores de esos carros, empecé a considerarme también su amigo.

Cuando a un niño de seis años, -en el campo- el conductor de la buseta que trajina el sendero de la vereda, lo saluda por su nombre, adquiere para siempre un amigo.



Ese fue VICTORIANO MACHUCA.

El trasegar semanal de mi padre a Bucaramanga, por cuenta del surtido para la cooperativa de la hacienda, siempre los viernes cuando coincidía con la ruta alargada a la ciudad, me permitió andar muchas veces en esa FORD de trompa combinada de rojo y crema, que esperábamos en la entrada de Berlín, frente a la ceiba inmensa.



Mientras los kilómetros se iban quedando atrás, pasando por debajo del chasís, mientras mi viejo conversaba con su amigo conductor, fui grabando en mi mente las curvas de la carretera, los colores de aquella chiva y un montón de recuerdos.

Después cambiamos de vereda, de clima y de contertulios. Pero era grato cuando viniendo de Misiguay, en La Virgen o en La Meseta, coincidíamos con ese racimo de gente que llenaba el carro consentido y admirado. Al rato habría un café en la plaza. Siempre, aún en los tiempos en que Victoriano dejó un poco la cabrilla para dedicarse a las tierras y al ganado, había tiempo para compartir un rato con mi viejo Flaminio, mientras conversaban de sus labores y sus metas.



Después, nosotros en Valparaiso, volvímos a viajar con él, pero ya no había ni tiempo ni espacio para conversar. Sardinas, estación que usábamos para esperar el transporte, está muy cerca de Rionegro y de ñapa, la buseta ya venía con el cupo supercompleto.



Ahora en Diciembre que pasé a saludarlo por su enfermedad, recordé con alegría todo ese cuaderno de anécdotas de viajes y tintos compartidos y que tienen cobija en el libro que estoy escribiendo.



Los años se van llevando fisicamente a los amigos, pero los recuerdos tallados en la mente se quedan para siempre.Ese día me despedí del amigo, pensando en estas letras. Hay circustancias, las físicas, que no tienen retorno. Como la partida al infinito. Pero hay otras, las espirituales, las intangibles, donde cabe la amistad, que van siempre con nosotros.

Gracias VICTORIANO MACHUCA por alegrar mi niñez con su buseta.

Gracias por ese saludo que me hacía sentir grande cuando apenas era un niño.

Gracias por la amistad con mis padres.



Que en este viaje hacia lo eterno vaya de la mano de Dios y la ruta esté llena de más alegrías que las vividas en la tierra..!

DE NIDOS y polluelos.

Esa mañana de sábado venía lluviosa desde la madrugada. El cielo plomizo invitaba a quedarse en la cama un ratico más. Pero la velocidad con que ahora se van las horas, hizo que nos levantáramos de una vez.

Cuando abrimos la cortina y la puerta del balcón, recordé que al frente, en una caja de distribución de cables que estaba amarrada a un poste, una tórtola había construido un nido que llevaba tal vez un par de semanas.

Enrumbé la mirada al lecho palomar y ahí estaba la madre tratando de proteger con sus alas a tres pichoncitos recien nacidos. Sus plumas, mojadas desde el alba, mostraban que era largo el rato que llevaba bajo esa llovizna pertinaz. Pero sus hijos estaban a salvo. Abrigaditos por su cuerpo y consentidos por un corazón responsable.

Pensé, recordando, que generalmente estas aves hacen sus nidos resguardados de las inclemencias del tiempo. De la lluvia, de la brisa o de los rayos directos del sol. Eso, al menos, era lo que siempre había visto. Bajo los aleros de una casa vieja, en el rellano de una ventana, detrás de las hojas de un frondoso árbol. Pero nunca "a cielo abierto".

Y empecé a comparar la situación de muchos seres que sin los medios para una vivienda digna, fuerte y abrigada, recurren a cualquier recodo en los senderos de la vida para armar cambuches que les permitan proteger, asi sea a medias, la vida y la crianza de sus hijos.

Mi café y el de Vicky ya se habían terminado sin notarlo. Estábamos absortos contemplando el ejemplo de vida y maternidad (o paternidad?.... porque no podría ser el palomo?) que el paisaje próximo nos mostraba.

Hay la convicción de que siempre en estos casos, es la madre la que protege. Pero cierto es también que hay padres que abren sus brazos y arropan, protegiendo de lluvias, de vientos y soles, hijos que esperan crecer para empezar a volar.

Hubiésemos querido subir hasta ese nido para proteger con algo a los polluelos y al ser que los estaba cubriendo. Y evitar asi que la lluvia siguiera haciendo daño en esos seres indefensos.
No había una escalera y de pronto, creímos porque ha pasado, que nuestra ayuda podria hacer huir a la paloma y dejar más solitarios a los polluelos.
La naturaleza, sabia o no, se comporta así.
Ya un poco de minutos se habían ido al pasado. Levantando un poco la vista, en un paisaje más distante, las comunas del oriente de Medellín nos mostraban, apeñuscado, otro montón de nidos que también bajo la lluvia, trataban de esquivar el ventarrón dañino de la desunión familiar, de los vicios y la desesperanza.
Allí los polluelos no se defienden con chillidos. Lo hacen con armas, a punta de plomo y de odio.

Nos dimos un abrazo y me senté a escribir.

sábado, 3 de marzo de 2012

TULIA GABRIELA OSPINA....aquí hay un nieto más.

El cambio de ciudad para mi vivir hace siete años, me trajo, aunada a todas las alegrías de mi nueva situación afectiva, la de volver a contar entre mis cariños, con el de una ABUELA, nona, mamita o mama señora, según se quiera denominar.

Ya los años me habían quitado a Florinda en Agosto de 1973 y a Justina, en Julio de 1996. Maternal y paternalmente hablando, me quedé sin esos cariños, que tenían la característica de ser muy particulares. Ni en mi niñez siquiera, recuerdo caricias. Palabras si, y bocados especiales de sus manos bondadosas.

La primera tarde en Bello, compartiendo el noviazgo con Vicky y después de pasar el primer "susto" de conocer a mis suegros, me permitió también el primer saludo con doña Tulia Gabriela Ospina Arango.

Habíamos llegado de Puerto Berrío pasado el medio día. Luego de una Pilsen de manos de mi suegro, también de unas chuletas espectaculares a manera de almuerzo y una charla de sobremesa, mi amor me convidó a visitarla y a conocerla en su casa, que cerca del parque del pueblo, recibe cada vez que hay opotunidad -y sin haberla, también- todo el grupo de hijos, primos, nietos, biznietos, cuñados y amigos.

Muy formal, con esa educación de antes y una amabilidad sin límites, nos recibió en esa sala especial, "para visitas especiales", dijo.
Fuimos charlando, ella preguntando y yo narrándole pedacitos de mi vida y de mi tierra, mientras empezó el desfile de "nuevos" parientes que iban llegando en ese festivo patrio de Julio.

El día de mi matrimonio con María Victoria, fue ella la que bendijo mi camino en esa nueva etapa de vida. Una cermonia inolvidable y por la que eternamente le debo gratitud.

Desde siempre, es muy agradable pasar por su alar y compartir al frente de la cocina o de su máquina de coser, sus historias y sus cuitas. Con el infaltable ofrecimiento de un café sin azúcar y mi aceptación gustosa -a quién le dicen café?- empezamos las remembranzas.

Ella cuenta sus pedacitos de vida en esas veredas de Yarumal donde pasó sus primeros años. Cuenta su matrimonio con don Pedro Luís Gómez, los partos de sus hijos desde Hugo hasta Astrid Helena, diez en total. El acompañamiento a su marido en sus aventuras de trabajo en la minería del nordeste antioqueño, cuando la violencia todavía no teñía de sangre los ríos que brillaban en el fondo con aguas y arenas cristalinas.

Cuenta de allá y cuenta de acá. Le gusta narrar su caminar por la vida. Y dice que ahora la vida es más fácil. Pero menos grata.

De acá cuenta su primera venida a vivir a Bello y su regreso a Yarumal por unas condiciones económicas difíciles. Y su vuelta definitiva para enraízar aquí, donde ha visto crecer su descendencia, donde ha ayudado a criar nietos y biznietos, donde siempre hay un bocado para el visitante, donde la bondad de su corazón llena de alegría a quienes vamos por allí.
En esa casa donde se festeja todo lo que pasa por el calendario familiar de las celebraciones.

Ahí donde me permitieron traer un Día de la Madre, a UNA SIGÓLOCA MUY CUERDA, que les habló de la sexualidad femenina desde Eva hasta nuestros días. Para la celebración del Padre y contando con la hermosa colaboración de mi mujercita, presentamos la ANTIOQUEÑISANTANDEREANIDAD, donde un legumbrero paisa enamora entre las ventas a una muchacha santandereana.
Cuando vienen sus hijos que andan en el extranjero, es allí donde se celebra la llegada y luego la despedida. Con músicos o sin músicos. Las novenas de aguinaldos, los cumpleaños, las navidades, los años nuevos, los viejos, bautizos, desfiles, paseos, todo sale desde la casa de Tulia.

Allí, mientras pintaba el mural de LAS FLORES, EL GATO Y EL PERRO que hay en el patio fresco y querendón, disfrutamos del segundo triunfo de la seguridad colombiana. Porque también es Uribista.

Y cuando vamos, cada semana, no hay nada mejor que disfrutar de sus "aguachildren" como llama a unas sopas-caldo que me encantan con la arepa migada y traen muchos recuerdos de mi caldo santandereano.
Y por más que le han insistido todos para que me diga Chucho, como todos lo hacen, sigue llamándome como Don Jesús, dando una muy sencilla pero diciente razón: "....me enseñaron a ser educada..."

Dios le bendiga por muchos años más. Hace poco celebramos su año número ochenta y siete y nadie sabe donde los tiene guardados. Su vitalidad, su elegancia para vestir, su don de gentes y su educación para conversar la hacen toda una SEÑORA ANTIOQUEÑA. Pero sin tantos años. Parece que anduviera en los sesenta.

Y su alegría es más notable cuando vamos y dejo pasar las horas enredadas entre sus palabras de remembranza y nostalgia, que también traen adheridos pedacitos de enseñanza. Algo que es muy de los abuelos, llenos de experiencia y de cicatrices de la vida.
Gracias Mamita, gracias Doña Tulia por dejarme ser un nieto más. Y por tanto cariño que recibo siempre de su corazón.
En el cumpleaños, a mediados de Febrero, aunque no alcancé a "cantarla" en vivo, si le hice una trova que remata con algo que para ella fue el mejor regalo.

Vamos a cantar aquí / a Doña Tulia Gabriela,
con los hijos y los nietos / de todos la gran abuela.
Que sea un Feliz Cumpleaños / que todos le deseemos
y esta es la primera vez / que nosotros no bebemos..!

Y todo fue con mucho gusto. La trova, la nota y la celebración de su cumpleaños sin trago..!